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Quarta-feira, 19 DE Setembro DE 2007

EL CARTAGENERO QUE PUDO SER OTRO BILL GATES

Friday, 14 September 2007
ÁLVARO ALBARRACÍN con su segunda esposa, Martita Roca, en un...Articulo original
El 17 de mayo de 2002, el cartagenero Álvaro Albarracín recibió el Premio Empresario del Año de la revista Web Hosting, por ser pionero y líder en el negocio de creación y mantenimiento de páginas web, a través de su compañía Dialtone Internet Inc, con sede en Miami.

Isabel Wang, editora de la revista, sustentó la escogencia, diciendo que Albarracín “comenzó a investigar sobre web hosting en 1996 y, apenas cinco años después, está al timón de una de las industrias más prósperas,

que ha crecido en cifras de tres dígitos con utilidades sostenidas”. Y añadió que él había hecho de Dialtone la compañía independiente de hosting más grande y con mayor crecimiento en Estados Unidos.

ÁLVARO ALBARRACÍN con su segunda esposa, Martita Roca, en un... ,

ÁLVARO ALBARRACÍN con su segunda esposa, Martita Roca, en un acto público de su culto, realizado en Miami.

ALVARO Y MARTITA ROCA en una visita a El Universal. ,

ALVARO Y MARTITA ROCA en una visita a El Universal.

ÁLVARO ALBARRACÍN con Martita Roca y José Luis De Jesús Mira... ,

ÁLVARO ALBARRACÍN con Martita Roca y José Luis De Jesús Miranda.

Todas las publicaciones especializadas en el negocio de Internet estaban de acuerdo en que este hombre vislumbró el potencial del web hosting y por eso creó una de las primeras compañías en ofrecer ese servicio, con plataformas basadas en Linux y servidores IBM, que en el año 2001 tuvo ventas por 7,9 millones de dólares (15.800 millones de pesos).

Albarracín nació en Cartagena el 8 de agosto de 1968, y con su visión y sus dotes empresariales hubiera podido ser, a sus 41 años, una especie de Bill Gates, si no hubiera donado una gran parte de su patrimonio, y la totalidad de su trabajo y su tiempo, a un culto religioso llamado “Creciendo en Gracia”, liderado por un puertorriqueño de 60 años que tuvo una juventud descarriada, y luego pasó de una religión a otra, hasta 1973, cuando anunció que había tenido una visión y se autodesignó “Jesucristo hombre”.

El padre de Albarracín, que también se llama Álvaro, es bogotano, vivió 23 años en Cartagena y luego se fue a Estados Unidos con su esposa y sus hijos.

Álvaro padre es un hombre sereno, pero triste porque ese hijo que siguió su ejemplo y logró cosechar frutos jugosos a punta de trabajo y creatividad, lo tiró todo por la borda en nombre de algo que, a su juicio, no lo merece.

Hace varios meses, el caso de su hijo provocó el interés de los medios de comunicación, como alto directivo de un culto que volvió a escandalizar a gran parte del Continente, cuando sus miembros decidieron tatuarse el número 666 por orden de su líder, que ahora se proclamó “el anticristo”.

Álvaro padre se encuentra en Cartagena, dándole vueltas, como él mismo dice, a sus negocios y a sus propiedades, y aceptó hablar sobre su hijo.

LOS COMIENZOS Y EL AUGE

Cuando tenía 13 años y vivía con su familia en Cartagena, Álvaro Albarracín, hijo, instaló un carro de perros calientes que al poco tiempo vendía 80 perros diarios y meses después ya tenía otros 12 puestos en distintos sitios de la ciudad.

A los 14 años se fue a vivir a Miami, y su padre dice que ese espíritu emprendedor que mostró desde muy pequeño se desarrolló más y más rápido en esa ciudad.

Deseoso de ayudar a su familia, Álvaro hijo comenzó a trabajar en una empresa de muebles llamada Rooms to Go y le estaba yendo bien, hasta cuando en agosto de 1992, el huracán Andrew, uno de los más destructivos que haya impactado las costas de la Florida, arrasó con la casa de los Albarracín en Miami y con las instalaciones del almacén de muebles.

Se fue entonces a trabajar en otra ciudad, en una compañía azucarera llamada Sugar West, y cada ocho días visitaba a su familia en Miami.

Meses después, Rooms to Go reabrió sus puertas y su gerente llamó a Álvaro para trabajar allí con el cargo de jefe de ventas, en el que estuvo dos años y medio, con resultados exitosos y una buena y creciente remuneración.

Pero esto no llenaba las aspiraciones del joven.

—En esa época pasaba todo el día con un computador, y me decía que ese era el futuro y que había que adelantarse y sacar partido —relata Álvaro padre con un sosiego que no alcanza a esconder cierta amargura.

En su casa de los suburbios de Miami, Álvaro hijo empezó su compañía de web hosting. Era una vivienda de cuatro habitaciones, una para él y su esposa Madelyn, otras dos para sus dos hijos, y la cuarta se convirtió en su oficina, donde instaló un computador y luego se promocionó a través de un aviso de periódico en el que ofreció el servicio por 19,95 dólares al mes.

Empezó con 15 clientes, que rápidamente crecieron a 100. Se hizo experto en Linux y montó su propio servidor con líneas T1, y sus clientes aumentaron a 800. Entonces decidió abrir una oficina de verdad y el crecimiento adquirió niveles descomunales.

Su próximo paso era ofrecer no sólo el hospedaje de sitios web, sino también el diseño de las páginas, la instalación de software para comunicación interactiva, el mantenimiento del sitio y de los equipos de sus clientes.

Necesitaba para eso unos 50 computadores y una inversión mínima de 70 mil dólares, pero ya su crédito estaba saturado, por lo que decidió vender acciones de Dialtone.

Interliant compró una parte de la compañía y, a medida que su crecimiento se aceleraba, se multiplicaban los inversionistas, como Silicon Valley Bank, Crossbow Ventures y Sun Microsystems, que en total aportaron unos 6 millones de dólares, suficientes para expandir el negocio a niveles inimaginables, con clientes dentro y fuera de los Estados Unidos, apoyados por socios de negocios como Microsoft, IBM e Intel.

EN EL APOGEO, EL DESVÍO

Álvaro Albarracín estaba en plena cúspide, su compañía estaba creciendo de manera rápida y todo indicaba que en pocos años, se convertiría en una especie de Bill Gates, con agencias de Dialtone en casi todos los países del mundo.

Por la época del cambio de siglo, la familia Albarracín asistía regularmente a una iglesia que ellos creían evangélica y cuyo pastor principal era un hombre de aspecto juvenil, alto y seguro de sí mismo, llamado José Luis de Jesús Miranda.

Álvaro padre y su esposa comenzaron a recelar del pastor, cuando en lugar de proclamar los Evangelios de Jesús proclamaba la reencarnación del Apóstol Pablo, y luego que era “Jesucristo el hombre”.

Cuando el pastor declaró al periódico salvadoreño “HOY” que Dios amaba tanto al pueblo de habla hispana, que “me envío en un cuerpo puertorriqueño”, los Albarracín decidieron retirarse del culto “Creciendo en Gracia”, pero su hijo Álvaro permaneció en él, y comenzó un cambio en su vida y en su trabajo.

—Él comenzó a alejarse de la familia, no me contestaba las llamadas, no quería hablar con su mamá, ni siquiera salía a pasear con la familia —recuerda Álvaro padre.

Por esa época, en uno de los cada vez más espaciados encuentros, Álvaro hijo comenzó a hablar de vender la compañía, y su padre quiso saber el motivo, ya que se trataba de una de las mayores empresas tecnológicas del Continente.

—Quiero ser productor de cine, quiero hacer películas —dice Álvaro padre que le contestó su hijo.

José Luis de Jesús vive —y muy bien— de los aportes que le dan empresarios como Álvaro hijo, en un porcentaje que a veces duplica y triplica el tradicional diezmo. Según Álvaro padre, cuando su hijo vendió la próspera empresa por 16 millones de dólares, la mitad de su valor real, le regaló el 20% a De Jesús.

—Ahora está dedicado en cuerpo y alma a ese movimiento —añade.

El flamante pastor acude a las reuniones o convenciones de “Creciendo en Gracia” luciendo relojes Rolex de 10 mil dólares en la muñeca, habitualmente maneja un BMW y se autoasignó un salario anual de 98 mil dólares libres, pues el culto también le suministra casa, alimentación, combustible y mantenimiento para sus vehículos, porque se trata nada menos que de “Jesucristo hombre”.

En un reportaje publicado hace poco en “The Miami Herald”, se dice que siempre lo escoltan de 5 a 8 guardaespaldas, y cuentan que en una ocasión le preguntó un periodista por esta parafernalia incompatible con un líder espiritual, y él respondió en alusión obvia a Jesucristo y sus apóstoles: “Mi antecesor tuvo doce”.

También asegura “The Miami Herald” que la organización tiene unas 300 congregaciones, más de 200 pastores, 290 programas radiales, páginas de Internet en cuatro idiomas, un canal de televisión que transmite las 24 horas y otro en la web llamado Telegracia.com.

OTRO “PAPI”

Para Álvaro Albarracín padre debe ser doloroso escuchar que su hijo llama “papi” a quien no es su padre y, por el contrario, lo ha explotado y exprimido, algo que un verdadero padre no haría jamás.

Describe a José Luis De Jesús como un habilidoso manipulador que usa la adulación para echarse en el bolsillo a la gente.

—A mi hijo le pasaba diciendo que era un hombre excepcional, que nadie había logrado tanto como él; y eso, por supuesto, lo halagaba y ponía a su merced —asegura Álvaro padre.

Tras separarse de su esposa Madelyn y entregar el control de su patrimonio a “Creciendo en Gracia”, Álvaro hijo pasa su tiempo entre atender los pequeños negocios de hospedaje web que tiene ahora, cuyas ganancias van directamente a la organización, y pronunciar discursos de alabanza a su “papi” José Luis en distintos países.

Álvaro padre cuenta que en una ocasión estaba en un centro comercial de Miami con su esposa, y se encontró con José Luis. Reconoce que sintió una rabia sorda, y quería arrojarse sobre el pastor y golpearlo con toda su fuerza, pero su mujer lo tranquilizó y le dijo que la dejara hablar a solas con él. Antes de apartarse, lo miro a los ojos y le dijo:

—¿No le da vergüenza?

Álvaro dice que De Jesús bajó la vista y se quedó en silencio, y que a él le vino a la mente aquel pasaje bíblico en Corintios que dice: “Los ministros de Satanás se disfrazan como ministros de la justicia divina, pero su fin será conforme a sus acciones”.

—Sentí de pronto una gran serenidad –recuerda.

 
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