. Esperan turno para tatuarse. Los integrantes de la agrupación religiosa
Creciendo en Gracia aguardan en ordenada fila para estamparse
con tinta indeleble el número 666 y sus tres iniciales, SSS. La
espera se produce en un pasillo de Galerías Capitolio, a un costado
del viejo Palacio Legislativo que alberga a la Asamblea Nacional.
Son las dos de la tarde del seis de marzo de 2007, y el local es tan
chiquito que no caben más de cuatro personas. Por eso, los que
están afuera, rodeados por los puestos de comida y ropa que dan
“colorido” al caótico casco histórico de Caracas, se pasan unos a
otros una suerte de catálogo con una variedad de diseños.
El culto, fundado en 1986 por el puertorriqueño José Luis de
Jesús Miranda, toma como única verdad las catorce epístolas de
Pablo (en el Nuevo Testamento) y profesa que Satanás fue destruido
y la humanidad está libre de pecado. Por eso las iniciales SSS (seis,
seis, seis) son también uno de sus mensajes: “Salvo, siempre salvo”.
Esa creencia y la convicción de que De Jesús es Jesucristo reencarnado
son los principales fundamentos religiosos de la agrupación,
que hoy tiene seguidores en más de treinta países.
En febrero, uno de los pastores de Creciendo en Gracia, Jairo
Hernández, fue detenido en el Zulia por denuncias de supuesto
abuso sexual de menores. Antes de ser apresado
quiso emular a su líder, quien un mes
antes se había tatuado su brazo derecho con
el 666 para asegurar de seguidas que era el
Anticristo, denominación que –aclaró– se
adjudica no por creerse Satanás, sino por
predicar una doctrina opuesta a la de Jesús
de Nazareth. Hernández, a su vez, se hizo
dibujar el número en la frente. Después de
ese acontecimiento, los dirigentes del culto
anunciaron que realizarían una jornada de
tatuajes –como hicieron en Costa Rica, en Colombia e incluso en
Estados Unidos– el seis de marzo a las doce del mediodía, en una
tienda del Centro Sambil. Ahí llegaron, puntuales, pero la presencia
del personal de seguridad del centro comercial, que los invitó
a marcharse, cambió los planes de los creyentes y los llevó hasta el
diminuto local de Galerías Capitolio.
Allí, con un pantalón ajustado y una franelita descotada, está Mary
Navas. De veintinueve años y cabellera larga y negra, es una de los
setecientos seguidores de Creciendo en Gracia en el país. Desde hace
once años –el movimiento tiene catorce en estas tierras–, ella sigue a
“Papi”, o a “Papá”, o a “Dios”, como también llama a De Jesús.
Navas fue evangélica desde los cuatro hasta los doce años, cuando
se rebeló: “No me dejaban montar bicicleta porque era de marimachos”.
A los quince volvió, por insistencia de sus padres, pero
a los dieciocho se hartó de que los pastores no la dejaran ponerse
polvo en la cara, rímel en las pestañas ni traje de baño hilo dental
en la playa. Así los Navas comenzaron a buscar otras congregaciones.
Estuvieron un tiempo en Renacer en Cristo, una ramificación
de la iglesia evangélica, hasta que escucharon en unos casetes el
mensaje de De Jesús.
Ahora Mary Navas se maquilla, usa ropa apretada y, desde hace
un momento, luce en el tobillo un tatuaje que entrelaza los dígitos
666 con las letras SSS en caracteres góticos. Pero no le agrada que la
gente piense que lo hace para rendirle honor al diablo o porque sea
satánica, “porque no es así”, afirma. “Yo soy como cualquiera. Me
gusta salir, tengo mi novio, y soy fanática de los Leones del Caracas”,
añade como muestra indiscutible de normalidad.
Mientras hablo con ella, un hombre vestido de blazer, cabeza rapada,
me dice: “Yo estoy aquí igual que tú, investigando”. Antes de
que pueda decir palabra, el hombre misterioso se va.
. Unos metros más allá, en el local de Galerías Capitolio, el obispo
Héctor Aguilar –un hombre de cuarenta y cinco años, que se mudó
de Texas para tomar las riendas de la organización– explica que
aunque el número los estigmatiza como una secta satánica, ellos
no lo son: “Somos un ministerio internacional y estamos inscritos
desde 2005 en la Dirección de Cultos del Ministerio de Relaciones
Interiores”. ¿Por qué se tatúan el número, entonces? “La cifra representa
sabiduría, lo dice la Biblia”. Se refiere a Apocalipsis 13:17-18:
“Aquí verán quién es sabio. Si ustedes son entendidos, interpreten
la cifra de la Bestia. Se trata de un hombre y su cifra es 666”. Admite,
además, que es una forma de darse a conocer. “Si no fuera por
ese numerito, no estaríamos hablando”.
Eso mismo, con otras palabras, dirá dos meses después José Luis
de Jesús Miranda, “el Papi”, en la sede principal en Miami. Este
sexagenario de rostro redondo, casi sin arrugas, fue en su juventud
un adicto a las drogas, y en Estados Unidos fue detenido por
conducir bajo influencia del alcohol. Ahora, mientras campanea un
whisky, razona: “Gracias al 666 salieron publicados ciento treinta
y cinco artículos de prensa”. El puertorriqueño explica que la cifra
representa “a la persona que venía a apartar a los cristianos de Jesús
de Nazareth y ponerlos junto al Cristo resucitado, que soy yo”. De
esta audaz revelación saca De Jesús la justificación para autodenominarse,
sin connotaciones satánicas o negativas, el Anticristo.
. Es domingo once de marzo –una semana después de la jornada de
tatuajes–, son las diez de la mañana y las ciento treinta y siete sillas
de la sala Margot Benacerraf del Ateneo de Caracas están casi todas
ocupadas. Va a comenzar el servicio que los seguidores del culto
realizan todos los domingos (por un tiempo se reunieron también
en Parque Central). Los compromisos religiosos más importantes
de los creyentes son este servicio litúrgico y ver por Internet, los
miércoles, la transmisión en directo que De Jesús realiza a través
del canal Telegracia (www.telegracia.com).
El obispo Héctor Aguilar está parado detrás de un podio que, a
manera de púlpito, muestra las iniciales SSS. Da la bienvenida a los
presentes con un “reciban un abrazo de nuestro Padre el Anticristo”,
y a quienes vienen por primera vez les pide que levanten sus
manos para entregarles material informativo (panfletos y discos
compactos).
La sesión comienza con una serie de anuncios: el éxito de las jornadas
de tatuajes, la convocatoria a una marcha en Valencia, para
el treinta y uno de marzo, y la apertura, el seis de mayo, de la nueva
sede en La Candelaria. A todas estas noticias los fieles responden
con un “Aba, Padre”, que equivaldría al aleluya de un católico, o con
un “lo recibo”, que significa “así sea”.